Primer Fragmento Capítulo II del "Testamento de Drácula"

II

Venerada Viuda


Suite Imperial
del Hotel "Kleopatra",
El Cairo (Egipto),
sobre la una de la madrugada.



La Venerada Viuda de Vlad "Tepes" Draculea se estiró sobre la inmensa otomana estilo Neo-Imperio, tapizada de multicolores cojines de seda persa.

Su magnífico cuerpo, blanco, luminoso, voluptuoso, de marcadas curvas suculentas y exuberantes pechos, se exhibía apenas cubierto por un dos piezas de satinado carmesí, recamado de perlas y una ligera bata trasparente de seda negra. Recostada a la romana sobre las mullidas superficies, extendida a lo largo una preciosa pierna y alzada la otra, doblada por la rodilla con sensual indolencia, sus delicados muslos níveos y suaves brillaban a la luz entre cárdena y ambarina que derramaba la enorme lámpara de estilo otomano, cuyos repujados bronces candeleaban, hechiceros, bajo el fulgor oscilante de sus potentes bombillas en formas de lágrimas a imitación de velas.

Afuera, en el prolongado y ancho pasillo del Ala Oeste de la tercera planta del lujosísimo Hotel, reservada en exclusiva para el uso y disfrute de la Presidenta Mundial, sus invitados y el personal más afecto a su servicio, dos robustas Amazonas neonatas de la Guardia Privada de la Primera Ministra se cuadraron ante las dos parejas de macizos Pretorianos que custodiaban la amplia puerta de la Suite Imperial, sobre la que alguien había colocado un escudo con el emblema de la Confederación y el blasón de la Orden del Dragón, cuyos perfiles destellaban reflejando la luz de los pesados faroles forjados al estilo alejandrino que pendían del techo artesonado en maderas nobles de perfumado cedro y recubiertos, al igual que los muros hasta media altura, por bellísimos azulejos exquisitamente atauricados al modo árabe.

La condesa y el profesor permanecieron en pie ante la gran puerta de ébano lisa y negra, cuyo número, el 616, trazado justo por encima de las enseñas de las Confederación mediante elegantes trazos dorados, hacía juego con el macizo picaporte de oro puro. Casi un minuto más tarde, los pesados batientes se abrieron con un crujido corto y seco, desplazándose hacia adelante con majestuosa lentitud. Ambos entraron, la poderosa Antigua abriendo el camino. Dos hermosísimos jovencitos, casi adolescentes, uno de ellos mulato y el otro árabe, ambos poco menos que desnudos, les flanquearon en el acto, inclinándose con profundas reverencias y despojándoles del amplio chaquetón de cuero a ella y del abrigo a él con gentil y graciosa presteza.

Agradecieron el gesto. Allí dentro hacía calor: La calefacción estaba puesta al máximo, contrarrestando con creces el moderado pero húmedo y traicionero frío del invierno egipcio. Un derroche increíble, obsceno, para un mundo regulado por severas Leyes de Restricción Ecológica tras la gran Crisis Climática que lo azotó, diezmando su población a la vez que las Guerras de Sangre, en los espantosos y ya por ventura lejanos Decenios Tenebrosos... Un derroche obsceno, sí.., casi ofensivo, además, en un país libremente asociado a la Confederación en calidad de Aliado Externo, pero todavía lejos de compartir con ella sus estándares de riqueza, desarrollo y bienestar, si bien lo suficientemente potente y occidentalizado para constituír, junto a Libia, Marruecos, Argelia y, sobre todo, Turquía, el llamado "Pentágono Islámico Moderado", alineado con el colosal Imperio Norhemisférico y sus vampíricas Matriarcas pese a la feroz oposición o al menos distante beligerancia del resto del universo musulmán, postura que, si bien atizaba la disidencia interna de los grupos fundamentalistas y les colocaba en el punto de mira favorito de los atentados terroristas de la "Neoyihád Global contra los Demonios de la Sangre y sus aliados infieles y apóstatas degenerados vendidos al Mal", les situaba, en cambio, en una posición ideal como socios comerciales privilegiados, receptores de multimillonarias inversiones, subvenciones y ventas a saldo de sofisticada tecnología civil y militar, asegurando para siglos su predominio absoluto en todo el área del Norte de África y Oriente Próximo, tan sólo amenazados por el Gran Enemigo chiíta iraní.

Sin embargo, ese derroche constituía la medida exacta de la tremenda influencia de la mujer allí alojada y, de hecho, resultaba irrisorio comparado con el demencial despliegue de extravagantes gastos que el neo-califa de El Cairo hubiera derramado a los bonitos pies de su ilustrísima huésped, de haber ella aceptado su repetida invitación a ocupar una de las fastuosas alas de su Palacio Real, cuyas cúpulas dignas de un cuento de las Mil y Una Noches se alzaban, al Sur, a las afueras de la capital, con excelentes vistas de las Pirámides.

Pero aquella era una estancia privada, no oficial, y si la Reverenda Viuda de Drácula aceptaba la generosísima hospitalidad de su peculiar y estrambótico aunque leal aliado, era inevitable que se produjeran celos por parte de otros dirigentes similares y filtraciones todavía más completas e inconvenientes a las que ya de por sí provocaría su permanencia en los algo menos lujosos pero igualmente opulentos aposentos del más flamante y exclusivo Hotel de la fascinante y abigarrada capital egipcia, aunque fuese a costa de desalojar a gran parte de sus riquísimos clientes y blindar, de hecho tomar militar y policialmente sus dependencias para garantizar al 100% la inexpugnable seguridad personal de la más poderosa inquilina de su breve pero brillante y glamurosa historia...

Los dos efebos, cuyos esbeltos y a la vez musculosos cuerpos iban cubiertos tan sólo por diminutos tanguitas dorados cuyas tiras posteriores se hundían profundamente entre sus nalgas, ciñéndose por delante de modo tan estrecho y sucinto a lo que simulaban cubrir que aun lo resaltaban más, les indicaron con las palmas abiertas que les siguieran y, en tono bajo y respetuoso, susurraron los dos a la vez:

- Ilustrísima Dama, distinguido caballero..., les ruego nos acompañen. Nuestra Señora os aguarda...

El recibidor, atestado de bustos y estatuas de famosos faraones y vetustos y oscuros muebles de trazas neovictorianas, se estrechó en un pequeño pasillo y, luego, éste se abrió a un inmenso y espectacular salón lleno de fulgores y reflejos, digno en verdad de la cámara de la Gran Reina, última soberana del Egipto Antiguo, quien daba su nombre al establecimiento. El suelo estaba en gran parte cubierto de costosísimas alfombras de manufactura local, persa, turca y mesopotámica y, donde se mostraba al descubierto, un pulido mármol rojo veteado de negro relumbraba con ostentosa furia. Grandes espejos con marcos de oro, bronce e incrustados de pedrería, herían las pupilas en una orgía de fulgores. Un gigantesco holovisor del tamaño de una pared presidía el fondo derecho de aquella auténtica explosión de lujosas mesas acristaladas, divanes, butacones, aparadores, muebles-bar, mesitas repletas de servicios refinados y sofás-cama, todos ellos revestidos de cojines, sedas, plumas, rasos y terciopelos... Frente a él, una mesita baja de madera de cedro importada desde el Líbano, de estilo faraónico, sustentaba el mando a distancia negro y un multiconector portátil estereoscópico - " Multi-Con", en términos populares para los ciudadanos de la Nueva Era - capaz de de conectar a su propietaria con cualquier sección de la Hiper-Red Interplanetaria Ciberespacial o a cada uno de los incontables canales clásicos o interactivos de Holovisión Universal - . Montones de discos de tele-revistas, electrolibros y similar número de holo-discos compactos multimedia se desparramaban por los sillones, cojines, mesitas y alfombras, en un desaliñado desorden característico de la actual ocupante de la Suite. Ella ocupaba el centro de todo aquel Caos Sublime, encantador a su modo, rodeada por su suntuosa indolencia, maravillosa belleza y relajada postura, repantingada como una patricia de Roma mientras dos guapísimos muchachitos casi desnudos, ataviados de similar modo a sus compañeros del recibidor, pero en esta ocasión mediante minúsculos taparrabos imitando laureles dorados, se acomodaban a los pies de la amplísima otomana. Ambos eran egipcios y, como era de esperar, estaban macizorros. Sentados sobre sus propias piernas, permanecían expectantes ante cualquier mínimo capricho o deseo de la Diosa Rubia...

El adorable rostro a la vez lindo, sensual y aniñado que les observó con un exquisito gesto de despiste miope ya tan sólo fruto de la inercia de sus hábitos cálidos, se iluminó con una abierta y embriagadora sonrisa, tan pícara como concupiscente, ingénua y palpitante de maliciosa seducción en irresoluble y alquímica mixtura... Los soñolientos párpados se abrieron un poco, y sus pupilas de zafiro enmarcadas de rojo vampírico se dilataron como frutos maduros. Era el rostro de una magnífica y potente Dama Oscura, Esposa Predilecta y Primera Discípula de Sangre del más poderoso No-Muerto de los últimos diez Siglos..., el rostro de la Sacra Viuda Venerada de Vlad "Tepes" de Valaquia, pero también el de la frágil pero tenaz chica ambiciosa, exuberante, herida e insegura que logró conquistar la fama y la gloria del estrellato, en Hollywood, antes de que la cruel mascarada de su falso suicidio fuese aprovechada por el gran Príncipe de las Sombras para convertirla en su nueva y fulgurante Reina Neonata...

El rostro, en suma, de Marilyn Draculea, pero también el de Marilyn Monroe, quien había sido Diosa entre los cálidos antes que para los miembros de su nueva especie...

Y, en el fondo de aquellos ojos extraños, embrujadores, a la par tiernos y exigentes, inocentes y llenos de Poder Oscuro, todavía latía en un pálpito apenas perceptible la primera alma, la original, la escondida, casi intangible, ahogada y sofocada bajo los densos estratos de su personalidad adulta como gran Diva y Sex-Symbol terrenal y por las todavía más espesas capas de fuerza, dominio, potencia y sabiduría secreta depositadas por la sangre y la pasión de su último Esposo no enteramente humano...

Un pálpito casi inexistente, sí..., pero irreductible, pues las emociones y traumas de la infancia jamás se disipan del todo..., pese a la superficial hechicería sintética de la fama y el celuloide y la muchísimo más intensa y profunda Magia Póstuma y Tenebrosa de la Conversión...; El pálpito apenas superviviente de Norma Jean, la niña huérfana, perdida, vejada y maltratada que subsistió, vivió, respiró y se lamió en lamentable abandono las lacerantes heridas de su cuerpo y de su mente, deambulando desde su humilde y desastroso hogar, pronto naufragado del todo por la locura de su madre, hasta un hogar de acogida, después a un orfanato, luego a otra falsa familia postiza de alquiler..., y así, sin parar, hasta el final, dejándose en el proceso jirones vivos de sus entrañas y sentimientos más hondos, violadas brutalmente las primeras, pisoteados sin piedad los segundos...

Y lo hizo en la ciudad donde nació, en Los Ángeles, a los pies de la Meca del Cine, donde su único consuelo era asomarse a los cambiantes ventanucos de su infortunio y contemplar aquel Gran Cartel, soñando con transformarse de Cenicienta en Princesa por todos adorada...

Pero, al final, lo había conseguido... y a un nivel que jamás pudo tan siquiera imaginar...

Después de todo, tras una interminable lista de tremendos y dolorosos fracasos, había tenido suerte con su último Hombre...

Una suerte excepcional. Y sin esfuerzo, pues le había enamorado a distancia...

Él, a quien los monstruos de sangre caliente que la habían violado, seducido, explotado, manipulado, utilizado y luego desechado como ropa vieja usada hubieran entonces llamado "monstruo", fue, sin duda, el Gran Acierto final que compensó de golpe tantos fracasos anteriores: Él, el Príncipe Oscuro, Señor de los Nosferatus..., el estremecedor y siniestro Amo de la Sangre y la Magia Negra...y, sin embargo, el único hombre que había sabido amarla, respetarla y curar sus profundas heridas con una exquisita mezcla de firmeza y tierna comprensión inagotable... Él, su Padre, pero también su Gran Amante y Maestro Oscuro, protector y Pigmalión remodelador, quien la había enseñado a superar sus complejos y traumas, mostrándole el laborioso camino interior capaz de dominar sus antiguos y nuevos Dones para transmutarse en una nueva Mujer mucho más fuerte, libre, poderosa y dominante... Él, Vlad Draculea de Valaquia, había sido su perfecto profesor..., y ahora ella sabía manejar el Poder sin perder un ápice de su original encanto, pues podía volver a ser la deliciosa y cautivadora niña-mujer repleta de tentadora sensualidad e irresistible erotismo cada vez que le apeteciese, pero ya sin perder el control y llevando ella las riendas... Ya no era la presa fácil, sino una temible cazadora, pero, con extrema sabiduría, el genial estratega, el viejo y astuto Maestro en el Arte de la Guerra, no había extirpado del todo la raíz de su natural compasión y empatía con los débiles e indefensos como ella misma había sido..., pues bien sabía que ésta también constituye una poderosa arma de seducción sobre las masas humanas... Así, ella era ahora el Rostro Cálido y Bondadoso del Imperio que había conseguido levantar, fundiendo en una sola forja el acero vampírico y el bronce mortal..., para sentar después a su Elegida en su Trono.

Sí..., Él la había salvado, la había liberado de los espantosos fantasmas de su horrible infancia, que ni tan siquiera los oropeles de su éxito como actriz y la adoración mitómana de las muchedumbres habían logrado exorcizar, y la había hecho mucho más sólida, capaz de aprovechar su excepcional inteligencia natural despilfarrada por falta de autoestima, satisfecha consigo misma y feliz... Pero, a la postre, no más alegre..., porque su ausencia era un gigantesco vacío que no podían llenar de lejos ni sus hermosos juguetes de vigoroso sexo joven y calientes venas frescas y palpitantes ni tampoco sus relaciones más íntimas y profundas con sus más selectos allegados y allegadas seleccionados entre las élites del poder, el arte y el intelecto.

No por completo, al menos...

Muchas veces le recordaba, se sentía de nuevo sola y abandonada... y lloraba. Lloraba como la niñita desolada que nunca había dejado se ser del todo...

Pero ahora, al menos, sabía como reanimarse y evitar el abismo autodestructivo de la depresión y el desprecio de sí misma... Por ejemplo, podía contemplar a aquellos dos buenos amigos y leales colaboradores..., sus mejores amigos, quizás.., entre todos los más afectos...

Entre ambos, atesoraban inmensas cualidades complementarias, y la adoraban por igual, aunque por diferente motivo cada uno... Le gustaban mucho, y se sentía muy cómoda y relajada con ellos... Si los imaginaba juntos, fundidos en un único ser, casi podrían igualar a su Gran Héroe...

De un firme manotazo mental, desechó las venenosas punzadas de su odiosa enemiga, la Nostalgia, y se decidió a gozar de lo bueno que se le ofrecía en aquel mismo instante..., una actitud y técnica psíquica de pensamiento positivo que había aprendido de su amadísimo Vlad precisamente...

Se levantó, para pasmo de sus apuestos sirvientes "traspasados" por el Neo-Califa, y retozó hacia ellos, saltándose todo protocolo.

Sorteando el caos que poblaba la gruesa alfombra persa, gritó con su inolvidable tono a la vez sensual, ceceante, infantil y ligeramente agudo:

- ¡Hola, cariños...! ¡Cuánto gusto me da veros, y más aun a los dos a la vez...! Lo que ha pasado en Marte es gordo..., y os necesitaba de verdad...!

Llegó hasta ellos, quienes avanzaron también a su encuentro con rapidez, y los tres se confundieron en un fuerte abrazo. Ella intentó abarcar a ambos, para después ser estrechada y acurrucada por los cuatro brazos, y les besó dulce y prolongadamente en los labios, primero a la Antigua, luego al cálido, con mayor intensidad y lamiéndole con su rosada y juguetona lengua entre ellos y dentro de su boca, mientras le apretaba contra sus ondulantes curvas y pujantes senos...

- Especialmente a tí, "prof"... Eres mi consejero científico... y tienes un montón de trabajo, ¿sabes?... Debes explicármelo todo..., y muy bien - susurró, con acento bajo, jadeante, rebosando ecos provocativos e infantiloides al mismo tiempo... - .

Acto seguido, se separó un poco de él, relamiéndose sus almibarados y gruesos labios bien marcados por el carmín y señaló, en tono algo más severo, modulado por los acordes de su nueva personalidad regia e investida de amable pero firme autoridad, la personalidad instilada en su mente a través de la sangre de Drácula:

- Vamos.., venid conmigo... Mis "homeboys" nos servirán unas copitas y tú, querido Pablo, me aclararás la información mientras mi encantadora Hermana de Sangre controla la presentación holodigital..., aunque, por supuesto, ella intervendrá o comentará los datos que le parezcan bien... Por cierto, cariño - inquirió, volviéndose hacia el nanobiólogo al tiempo que agarraba a sus dos amigos íntimos de la mano y les conducía hasta la otomana - ¿has cenado? Si no lo hiciste, pediré que te traigan un buen refrigerio...

- No te preocupes, Marilyn. Cené en el estratoavión, el rancho de la tropa, en compañía del comandante, un chavalote insultantemente joven y guapo de mi especie, compatriota tuyo... De Arkansas, creo que me dijo. "Ensalada del coronel" con pollo frito y un buen chuletón de buey medio crudo, como a mí me gustan, con patatas asadas y salsa ketchup... Para postre, tarta de manzana "de la abuela"... Todo muy al viejo Far West... pero bien regado con una excelente cerveza de trigo alemana y café americano bien calentito y cargado al final... Me resultó delicioso. Las reuniones prolongadas me dan hambre y sed. Tratan muy bien actualmente a los chicos de la Air Force...
Un tipo simpático. Me hizo firmar un ejemplar de mi último libro no-científico, tu biografía extensa. Creo que es un rendido fan de la Gran Matriarca, y se quedó impresionado al saber que éramos muy amigos y por su misión de conducir a la Primera Ministra y a mí ante tu espléndida presencia... A Elizabeth no se acercó mucho... Me parece que le daba un poco de miedo. Cada vez que yo hablaba con ella o la tocaba se le ponían los ojos como platos y me contemplaba con inmenso respeto..., aunque pretendía disimularlo... Fue divertido, y encantador... Además, como siempre, estoy ansioso por impartir una clase a mi alumna favorita, mi alumna más especial, que es también la Señora de mi mente y de mi corazón - silabeó él con solemne admiración halagada - . Sus miradas se cruzaron, y la apasionada devoción oscura y apasionada del cálido fue acogida por el fuego voraz y a la vez tierno que inflamaba las azules pupilas presidenciales con suave y dulce cariño... - .

Ella no dijo nada, pero el destello de sus ojos y el apretón de su mano sobre la del hombre fueron respuesta más que elocuente.

1 comentario:

  1. Hola.
    pasaba, además de para ver la entrada, que veo que sigue con buena salud, para desearte un feliz puente.
    Abrazos guapa

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