En muchos casos, uno recibe el primer trago de sangre la noche en que se convierte en vampiro... uno de la "Estirpe", como nos gusta llamarnos. El proceso recibe el nombre de "Abrazo" y tiene dos fases distintas y bastante difíciles. En la primera, el vampiro que quiere crear progenie bebe hasta la última gota de sangre de su futuro "chiquillo". No es diferente de la alimentación normal salvo por el hecho de que no hace falta preocuparse de borrar los recuerdos o disponer el cadáver. Además, acabas realmente lleno. La diferencia llega después. Cuando la última gota de sangra ha abandonado el cuerpo, el vampiro "padre" (el término técnico es “sire”, si te interesa) devuelve parte de la sangre robada. Se muerde el labio, o la muñeca, o lo que sea, y deja que algo de su vitae pase a la boca de la víctima. Suponiendo que el mortal no se resista al proceso (pocos lo hacen, créeme) y que el sire no se haya retrasado demasiado al dar su regalo, la sangre desciende por la garganta del moribundo y hace que resucite como vampiro.
Suena sencillo, ¿no? La verdad, como siempre ocurre, más complicada. Mi propio Abrazo podría parecer el epítome del lujurioso esplendor romántico que tú época ha atribuido a mi especie, e incluso así me estremezco aterrado al recordarlo. Todos los ingredientes del romance estaban presentes (el boudoir iluminado por las velas, las copas a medio beber, el palpitante pecho de mi dama); parecíamos estar en las páginas de una novela. Caímos sobre la cama, y en el culmen de la pasión, hundió los colmillos en mi cuello. Entre el placer del momento y el de su alimentación (si, es bastante placentero para los mortales, hasta el punto de que algunos se vuelven adictos) estuve encantado de dejarme llevar. Recuerdo habr pensado que , después de todo, mi madre había tenido razón: las malas mujeres serían mi muerte. Incluso recuerdo como reí mientras mi sire me bebía la vida.
Y entonces, mientras estaba allí sentado observando aquella puerta oscilante abierta ante mí, mientras mi alma daba sus primeros y vacilantes pasos hacia el cielo, ella se abrió la muñeca tranquilamente y derramó el vitriolo de la vida eterna por mi garganta. Puedes burlarte de mí por no rechazar lo que se me ofrecía, pero la vida es dulce incluso frente al rostro de la Gracia. Su sangre me quemó al pasar por mis labios y mi garganta, y me encontré queriendo vivir. El dolor causado por la sangre era la prueba de que estaba vivo, y cuando fue obvio que no la cruzaría, la puerta resplandeciente se desvaneció con un sentimiento de inefable tristeza, dejándome con mi sire y un ansia asesina. Por mi fortuna, mi maestra fue tan gentil como para atenderme durante el cambio: había seducido a mi mejor amigo antes de hacerse conmigo, dejándole en una habitación contigua como un alcaudón alimentando a su cría. Mientras sentía morir mi cuerpo célula a célula, el yacía sin sentido esperando mi hambre.
Ah, sí, el hambre de la creación. Esa pequeña cantidad de sangre que el sire usa para otorgar el Abrazo no es mucha… unas pocas gotas con más sentido místico que nutricio. No proporcionan alimento suficiente para satisfacer el hambre de un vampiro recién creado, así que el nuevo chiquillo le conviene rezar porque su sire haya preparado unas pocas botellas o, mejor, unos pocos cuerpos para el momento. He contemplado el horror de los Vástagos recién Abrazados entregándose a esa hambre incontrolable y haciendo pedazos a quien estuviese cerca. Cuando la sed te embarga haces lo que sea por saciarla. Matarás a tu amante, a tu hijo, a tu padre o a tu sacerdote para ello, y te sentirás feliz… al menos mientras dure el frenesí.
Este es el punto, querida. Porque no te importa el tiempo que hayas pasad en frenesí ni lo que lo provocó (miedo o hambre o dolor o rabia): no importa cuánto tiempo hayas cedido al animal dentro de ti: no puedes controlar lo que haces y siempre y siempre acaba saliendo. Y es entonces cuando debes enfrentarte a las consecuencias de lo que hiciste cuando el animal estaba al mando. Y el primer frenesí no es nunca el último. Uno podría pensar que con la experiencia se va haciendo más fácil superar esa pérdida de control, pero no se podría estar más equivocado.
(Fragmento sacado de: Vampiro, La Mascarada)
Sensacional Samantha, me ha gustado mucho la entrada con ese fragmento espectacular...y las imagenes son preciosas....y por supuesto que sigo con la colaboracion...es totamente compatible, lo del tiempo es otro cantar con tanto blog pero vaya por ahora tengo tiempo...besitossss
ResponderEliminarMe ha gustadop mucho Samantha. Desde luego ya se donde acudir si se me ocurre introducir algún vampiro en uno de mis relatos. Están llenos de misterio, elegancia y sensualidad, son grandes personajes.
ResponderEliminarSaludos
Arwen, sí, el tiempo! jejeje yo solo tengo un blog, y casi no me da tiempo. Me alegro que te guste, es uno de mis textos favoritos.
ResponderEliminarGracias joselop44. Me alegro que te guste. Estoy totalmente de acuerdo contigo, los vampiros están llenos de elegancia y sensualidad :)
ResponderEliminarvampiros de andar por casa como el de amor al primer mordisco esa peli me encanta pero es ya antigua besitos maria
ResponderEliminarOh! Explicado así te entran ganas de que te ataquen! jejeje
ResponderEliminarwooow q seductores son los vampiros asi quien no se deja dar un abrazo sobretodo viniendo de un vampiro........ realmente me ha encantado esta publicasion ..........samanta eres increible y me encanta tu blog......besos valen ;)
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