Primer fragmento Capítulo III de "La Señora del Hidrógeno"

(Donde por fin se explica lo del "hidrógeno...")


III

Criatura Mortal


Atolón Eniwetok
(Océano Pacífico)
Noviembre del 1.952



La tensión se reflejaba en el rostro serio y perfectamente rasurado del doctor Edward Teller.

Como director del más avanzando y secreto operativo de alta tecnología militar emprendido por los Estados Unidos desde el Proyecto Manhattan, que culminó con la puesta a punto de las primeras bombas atómicas de fisión, posteriormente lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, sellando así para siempre la victoria definitiva de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de la responsabilidad recaía sobre sus anchos y altivos hombros...

Aquel era el ensayo decisivo, después de varias pruebas llevadas a cabo fundamentalmente en Nevada, que habían supuesto una montaña rusa de fracasos y éxitos parciales... Pero esta vez, nada debía fallar: El diseño del sistema de acoplamiento entre el explosivo de fisión basado en uranio enriquecido que servía de detonador y la cámara acorazada donde se concentraba el hidrógeno fusionable, había sido escrupulosamente supervisado por él mismo, sus más allegados y capaces colaboradores y los mejores ingenieros especialistas del país... Cada detalle técnico o posible problema había sido revisado, analizado y corregido con meticulosidad casi paranoica... ¡No podía haber errores...!

De todo modos, nadie dudaba del brillante genio del Dr. Teller, y mucho menos de su inquebrantable lealtad a las ideas y actitudes propugnadas por el Estado Mayor, el Pentágono y la Administración norteamericana, inmersos de lleno en la primera escalada de la Guerra Fría contra los soviéticos.

Tal línea de pensamiento y acción le habían valido no pocos sinsabores y polémicas al famoso sabio nuclear de origen judío-húngaro..., considerado con justicia un "duro", partidario del belicismo y la carrera de armamentos como único medio eficaz en la lucha contra el comunismo...; Sobre todo cuando se enfrentó públicamente con su último maestro y hasta entonces amigo el profesor Oppenheimer, quien había encabezado el proyecto Manhattan, para después, horrorizado ante las imágenes desoladoras y crueles de los resultados del bombardeo atómico sobre territorio nipón, convertirse en un pacifista militante... Teller incluso había secundado la acusación de "pro-comunista" vertida contra éste durante la célebre "caza de brujas" de Mc'Carthy, proceso que condujo a la indignada dimisión por parte de Oppenheimer de todos sus cargos institucionales y el corte de sus relaciones de cualquier tipo con el Tío Sam, cargos y prebendas que no tardó en ocupar y disfrutar sin recato alguno muy poco después el propio Edward, quien ahora presidía la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Sociedad Física Americana, además de otros puestos, como Asesor Científico de la Secretaría de Defensa y la Casa Blanca, que le situaban como el funcionario científico más poderoso e influyente a nivel político de Norteamérica... Tales hechos le acarrearon las más mordaces críticas, incomprensiones y desprecios por parte de múltiples colegas y otros intelectuales, quienes le acusaban de ser un "radical de derechas", un "traidor", un "perro fiel comprado por el poder..."

Pero, aunque le doliesen los ataques e insultos personales y las descalificaciones, jamás había vacilado un milímetro ni retrocedido una pulgada en sus posiciones: Recordaba todo demasiado bien... Todo lo ocurrido en su Hungría natal durante su adolescencia..., y después, en Alemania, su amada Alemania, su primer hogar adoptivo, el país al que tanto debía y había admirado, donde se había formado a nivel universitario, bajo la dirección de grandes maestros y amigos, especialmente el profesor Werner Heisenberg, quien iluminara su mente no tan sólo en los intrincados senderos conceptuales y matemáticos de la mecánica cuántica y el trabajo de laboratorio correspondiente, sino también en la ciencia de la vida...

Recordaba su primer Paraíso: Budapest, su ciudad natal, donde, a excepción de infantiles temporadas en Cachtice y otras agrestes regiones de la antigua Transilvania Húngara por motivos de salud, transcurrió la mayor parte de su infancia, pubertad y primera juventud: ¿Cómo olvidarla?... Aquel universo apacible y confortable de preciosos libros, elegantes salones, suntuosas avenidas, refinamiento, ilustración liberal-burguesa, tertulias osadas en los míticos y exquisitos cafés con magníficas vistas a lujosos bulevares, deliciosas cenas regadas con excelentes vinos y licores en compañía de sus primeras "novias", recién adquirida la mayoría de edad... El universo cálido y estimulante de su padre..., el universo de una época dorada e irremediablemente perdida, en la cuál la capital magiar de los dos ríos era llamada merecidamente "el París de Europa Oriental"...

Y después, todo eso fue destruído, de golpe, sin aviso ni compasión..., cuando triunfó la revolución comunista de Béla Kun, y su sectaria y fanática mezcla de ultrabolchevismo y brutal nacionalismo se apoderó de la sociedad húngara por completo: Recordaba su barbarie, su tiranía, su estupidez... ; Las recordaba con miedo, indignación y asco: Era como si los "primates", los peores entre sus lerdos camorristas atormentadores del Colegio de Primaria en Cahtice tomaran el timón de la nave de la nación..., extremo que en algunos casos - el de su "amiguito" Randu en concreto - fue incluso literalmente cierto, pues nadie asciende más rápido en el seno de un partido absolutista de masas que los imbéciles descerebrados y borreguiles llenos de odio contra todo lo que les supera en elegancia, belleza o inteligencia...; Recordaba la sistemática y despiadada persecución de todo lo que "oliese" a "burgués", "decadente" o "judío" bajo sus necios y estrechos dogmas delirantes...

Evidentemente, él y su familia huyeron en cuanto pudieron, refugiándose en Alemania, por entonces el faro y referente de todos los espíritus cultos y abiertos de Centroeuropa. Este fue el "Segundo Paraíso"... En ella pusieron todas sus esperanzas, felices por acompañar a su brillante hijo en los inicios de su prometedora carrera, primero en Karlsruhe, más adelante en Munich y Leipzig..., empobrecidos, doloridos, marcados por la nostalgia, pero orgullosos y compensados de todo ello - sobre todo el padre - al observar cómo el cada vez más manifiesto talento del joven y apuesto estudiante progresaba y recibía los parabienes de los más excelentes profesores, al mismo tiempo que su afición por las juergas etílicas y las aventuras de faldas, tan variadas como poco duraderas...

Por aquel entonces, Edward Teller se enamoró..., por primera, fallida y última vez en su vida...

Se llamaba Olga, y era hija del dueño de una pequeña fábrica de cerveza y de una de las más grandes y mejores cervecerías de Munich... Una muchacha rubia, muy guapa, de carácter dulce y complaciente, sencilla pero dotada de una especial inteligencia intutitiva, a quien le fascinaba escuchar aunque no los entendiese en gran parte los apasionados sueños de poder y conocimiento de su extraño, enigmático y aristocrático prometido...

Él la adoraba..., y la respetaba: A diferencia de sus conocidos y escandalosos devaneos con jóvenes y maduritas de buen ver y mejor catar de vida más o menos "alegre", como se decía por aquellos tiempos - muchas de ellas separadas e incluso casadas, así como sus relativamente frecuentes noches de desenfreno en los numerosos burdeles de la gran urbe germana, bastante visitados por estudiantes borrachos en una tolerante y desenfadada capital de larga tradición para la holganza regada con magníficos productos de la cebada y un aintensa vida nocturna universitaria desde hacía siglos - con ella no hubo más que besos apasionados y algunas caricias eróticas cuando se encontraban a solas, o al despedirla antes de llegar al portal de su casa, a la más estricta y caballerosa usanza de la época entre la clase "media respetable", por más que los "locos 20" apostasen fuerte por el descoque y el "libertinaje" en las altas esferas y determinados ambientes de las vanguardias literarias, artísticas e intelectuales... Y, por supuesto, siempre la dejaba en él justo a la hora convenida de antemano con el severo y autoritario padre de su amada..., a quien, por un lado, le halagaba que su única y reverenciada niña - todos sus otros hijos mayores eran varones - la benjamina, la "perla de sus ojos", recibiera las atenciones de un joven y bien plantado caballerete refinado de orígenes sociales y culturales superiores, por más que fuera perfectamente consciente de que era judío-húngaro - (lo que no le hacía demasiada gracia) - y que su familia, a causa de su esforzado exilio, ya no nadara en la abundancia como antaño... Pero, por otra parte, nunca acabó de fiarse del todo del chico: "Hay algo extraño en sus ojos... Están fijos, perdidos... y muy fríos... No sé..., parece buen muchacho, y su educación es magnífica... Creo que la quiere de verdad - solía comentarle a su esposa en la intimidad de su lecho conyugal, cuando se aseguraba de que la joven no podía escucharles - y me he informado por mi hermano, el médico, que en la Universidad es el favorito de los mejores profesores... Tiene futuro, eso está claro... Pero... no sé..., hay algo raro en él... Algo oculto, profundo..., algo malo.

2 comentarios:

  1. Estoy muy, muy perdido, no sé ni por donde iba, estos días han sido un absoluto caos, y no sé donde dejé la cabeza, lo siento

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  2. Esperando con deseo la continuación. Te leí hace unos días y no me se iba de la cabeza.

    Fer de Deprisa

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