Tercer Fragmento Tercer Capítulo de "La Señora del Hidrógeno"

La Bomba H fue soltada con mecánica delicadeza sobre la rocosa isla volcánica concretamente señalada en su plan de vuelo, justo en el centro del pequeño archipiélago en forma de arco..., para después remontar con presteza, en medio de un gemido retumbante de sus potentes motores, ansioso por colocarse en la cota altimétrica de seguridad respecto a las consecuencias de su propio acto, ahora por completo irreversible...

El ingenio ejecutó un limpio arco de semiparábola corta y, en el instante en que se hallaba a tres metros de altura sobre la superficie del atolón, el cronómetro eléctrico saltó y el explosivo convencional unió en un violento abrazo las dos secciones de uranio enriquecido en su isótopo radiactivo inestable de masa 238 (238U), provocando una violenta reacción de fisión en cadena... La ignición nuclear del uranio generó a su vez un intensísimo calor y colosal presión, multiplicados hasta el paroxismo al liberar su tremenda energía hacia la reducida cámara donde reposaba el hidrógeno, procesado para mostrar una anormalmente elevada proporción de isótopos inestables de tritio y deuterio en su composición, concentrándose en ésta y fundiéndola a la vez que al gas presente en ella... ; Los núcleos de hidrógeno, inflamados y convulsos a millones de grados y cientos de miles de kilobares, literalmente embutidos unos contra otros a tan altísima energía cinética en un espacio diminuto, se fusionaron entre sí, obedeciendo las mismas reacciones que alimentan el fulgor del Sol y dan vida a la Tierra, así como a otros mundos distantes en torno a sus estrellas remotas, según las ecuaciones descritas por primera vez por Hans Bethe y el propio Teller:

2H (deuterio) + 2H (deuterio) = 4He (helio) + energía

3H (tritio) + 1H (hidrógeno estable) = 4He + energía

Como productos finales, átomos de helio, un gas noble mucho más estable, y una titánica cantidad de energía por cada mínima unidad de masa de reacción, tal y como determinara ya Einstein décadas antes de manera teórica en términos de una consecuencia más de su revolucionaria y admirable Relatividad General, a través de su famosísima ecuación de equivalencia masa-energía:

DE = Dm c^2

Una titánica cantidad de energía..., en forma de luz y calor, acompañados de la más monstruosa y mortífera onda de impacto concebible..., el mismísimo "Poder destructor del Sol sobre la Tierra"..., tal y como le había sido profetizado hacía 36 años a un niñito asustado y tembloroso en medio de la más densa y polvorienta tiniebla por parte de la Sirena Oscura elegida para inspirarle dicha Opus Magna del Caos...

Y las fórmulas y ecuaciones se hicieron realidad, material, palpable, terrible, aniquiladora, desencadenando su glorioso furor sobre aquel rincón aislado y solitario del Gran Océano Primordial... cual el Verbo se tornara Carne al Principio de Todo, cuando la Voluntad de Dios cristalizó en la Gran Explosión Primigenia del Bing Bang, originando el Universo, el espacio-tiempo y todas sus dimensiones en perpetua, magnífica y a la vez cruel Evolución continua...,

Un gigantesco fragor ensordecedor, rugiente, embravecido, que parecía provenir del mismo Averno, se elevó sobre el mar y los deshabitados arrecifes coralinos, precedido de modo casi imperceptible por una semiesfera de luz blanquísima, monstruosa, cegadora, de varios kilómetros de altura, que se expandió a aterradora y fulminante velocidad, desintegrando, licuando, devorando, evaporando todo rastro de integridad material a su paso, ya fuese de naturaleza inerte o viviente, mineral, vegetal o animal... El estampido alcanzó la cúspide de su horrísono y tronante volumen, y el arrasador tsunami de medio alcance engendrado por la descomunal explosión golpeó la isla donde se asentaba el silo subterráneo desde donde los autores del experimento contemplaban, registraban y analizaban los efectos del temible "fuego" apocalíptico por ellos mismos liberado, cuya energía total efectiva superaba más de 250 veces la de las primeras bombas atómicas de fisión arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, sacudiendo las acorazadas paredes subterráneas de cemento armado y acero reforzado con el ímpetu de un seísmo cuya vibración todos pudieron sentir hasta en la médula de los huesos, aunque no provocase daños mayores gracias a la acorazada estructura que los acogía en el seno de la tierra cual útero metálico e inviolable...

- ¡Dioss bendito... - susurró un joven y apuesto técnico de atezada piel y claros rasgos puertorriqueños - es...es increíble... en verdad es como el poder destructor del Sol sobre la Tierra...!

No lejos de él, el todopoderoso Director del Proyecto sufrió un vigoroso escalofrío de arriba a abajo al escuchar tales palabras, como si lo sacudiese una fuerte descarga voltaica...

¡De repente, en su cerebro se estableció una conexión inesperada, reveladora, a la vez subyugante, diáfana y estremecedora: Al fin se rellenó la laguna oculta de su memoria infantil, el misterioso y fascinante hueco de sus recuerdos..., que jamás antes había conseguido esclarecer o concretar más allá de unas vagas y ocasionales sensaciones brumosas, intutitivas, indescrifrables...! ¡Ahora supo con todo detalle a qué se parecía aquel nevado fulgor ominoso, ardiente y glauco al mismo tiempo, que parecía capaz de consumir el Orbe entero con la preciosa y espantosa intensidad de su infinita avidez, helada en apariencia, abrasadora en su interior hasta límites jamás antes medidos sobre esta Tierra...! Se parecía al brillo que pulsaba en el centro íntimo de las tenebrosas pupilas de ella, rodeado por aquel par de discos de densa y hechizadora negrura animados por inquietantes chispazos dorados, salvajes, felinos, inolvidables... ¡ Y aquella frase, aquella sentencia, aquella promesa... : "Tú debes vivir..., porque tu Destino es traer el Poder destructor del Sol sobre la Tierra... Y yo he sido elegida por las Tinieblas para inspirártelo..."; ¡Ahora encajaba todo... Ahora - al fin - comprendía lo que le había ocurrido aquella noche entre las ruínas vetustas e impregnadas por los residuos de antigua maldad y perversos deleites del Castillo de Csejthe, cuando se perdió en aquella excursión escolar hacía ya tanto tiempo...! Y, después, como en un puzzle arcano, enigmático, obsesivo, cuyo código secreto fuese de golpe traducido, los restantes avatares más peculiares de su vida cobraron relieve y significado instantánea, luminosa, embriagadoramente...: La sensación de poder que lo embargó aquella misma velada, cuando, después de recibir los emocionados abrazos y besos de aliviado gozo casi incrédulo de sus padres al recobrarlo sano, salvo y aparentemente intacto, contempló en torno suya a sus compañeros y compañeras de colegio, y el sobrecogido respeto, no..., más que eso, el auténtico temor supersticioso y reverencial con el que habían reaccionado ante su nueva mirada...; La llama extraña, gélida y llena de desalmada soberbia agresiva y dominadora que tantas veces había visto aflorar a sus propios iris, en los momentos más íntimos, ante el espejo, cuando le asaltaban ciertos pensamientos e imágenes desconcertantes..., crueles, retorcidas, visiones y fantasías que no parecían provenir de su propia mente..., el impulso agresivo, frío, aniquilador, salvaje, casi asesino, que se apoderaba de cada fibra de su ser ante determinadas situaciones de tensión, amenazas a su integridad, voluntad o si su orgullo personal se sentía lesionado, y que lograba controlar y utilizar a la vez con demoledora eficiencia..., el nefasto accidente con aquel maldito tranvía que le costó la tan mortificante cojera permanente de su pierna izquierda y, paradójicamente, la insólita suerte disfrutada dentro de la desgracia al salir del trauma al menos sin sufrir una amputación o malformación crónica todavía peor, contra toda previsión inicial de sus médicos..., la imposibilidad final y amarga ruptura de aquel su primer y único amor verdadero en este mundo...; La increíble facilidad con la que había trabado simpatías y sinceras amistades con todos sus profesores universitarios, catedráticos o directores de investigación, especialmente con su gran Maestro Werner Heisenberg, no obstante de contar éste con una proverbial y por cierto más que merecida fama de hombre de carácter tan difícil o más que el de su alumno preferido, además de dejarse llevar hasta cierto punto por algunos prejuicios culturales y racistas no demasiado favorables precisamente al por entonces joven y oscuro estudiante de prometedor talento; Su raudo y deslumbrante ascenso académico, social y político en aquella sociedad lejana y diferente, favorecido desde luego por su talento y aptitudes objetivas, pero, a pesar de ello, también por una innegable y anormalmente elevada dosis de intuición certera y buena fortuna en los magníficos y variados contactos y relaciones establecidos nada más llegar a los Estados Unidos...

El rompecabezas estaba completo..., cada pieza en su lugar, como una sinfonía armónica y perfecta... o una "bella y elegante ecuación", como diría el Gran Demiurgo Refundador de la Física contemporánea, Albert Einstein, quien, interrogado por un periodista acerca de su extraña seguridad sobre la exactitud de sus predicciones matemáticas teóricas en relación con la curvatura de la luz por acción de las grandes masas gravitatorias, recién comprobada experimentalmente por los nuevos y potentes telescopios varias décadas después de su publicación en la Teoría General de la Relatividad, contestó, sonriendo con su personal mixtura de ironía pícara, regocijo inocente, casi infantil, y absoluta convicción: "Simplemente, lo sabía. Estaba seguro. Las ecuaciones eran hermosas..."

Ahora - pues - lo entendía todo... Lo que había ganado, lo que había perdido a cambio, el sentido y clave oculta de su Destino...

El Dr. Edward Teller se derrumbó, agarrando su pesado bastón con ambas manos, mientras de sus ojos de ordinario glaciales y bañados en arrogancia manaban lágrimas profusas, sinceras, caudalosas y preñadas de puro sentimiento... Lágrimas como las de aquel niño de ocho años quien recibiera, casi cuatro decenios antes, su exquisito y abisal Don Oscuro de las gélidas manos de porcelana y crueldad de la Señora Tenebrosa de Cachtice...

En el exterior, a docenas de kilómetros hacia el noroeste, la gigantesca bola fulgurante se deformó, a la par que desde su base central hasta más allá del límite de su insoportable blancura emergía, crecía y se dispersaba lentamente un penacho de gases flamígeros en forma de hongo...

Justo en medio de él, su creador creyó ver por unos efímeros segundos un vago pero patente esquema etéreo y sombrío del rostro y el cuerpo desnudo de ella, su Dama, su Maestra Oscura, su Madre Invisible y Protectora, su Amada platónica, a la vez dulce, hermosa, terrible e inaccesible... Un esquema que fue percibido como un fotograma efímero pero intenso, un vertiginoso flash subliminal, indeterminable, pero cuya salvaje y extasiada expresión de ávido éxtasis jamás olvidaría, como si en verdad su secreta Musa de las Tinieblas se regocijase en un orgasmo sin fin, revolcándose y alimentándose de las primordiales y violentísimas energías desatadas por la explosión termonuclear del mismo modo que lo hiciera durante su vida mortal en la sangre virgen y caliente de sus muchachas martirizadas, o más tarde cual negro y abisal "Imprimatur" adherido a cada muro ruinoso y salitroso de su vieja fortaleza en creciente descomposición, pero a una escala infinitamente mayor e incomparablemente más potente y satisfactoria...

Unas tenues palabras apenas balbuceantes fueron silabeadas por el tembloroso cuerpo ancho y robusto del científico, mientras atisbaba por encima de la gran pantalla expositora principal integrada en el circuíto cerrado de televisión cuya conexión vía satélite mostraba en tiempo real para la sala de control el aterrador infierno desatado no lejos sobre el archipiélago elegido para aquel singular holocausto experimental... :

- ¡A... aho...ra... yo... yo... t... te... a...li...men...to... a ... t...tí..., mmm... mi... que...ri...da..., mi... Se... Se...ño...ra..., Se...ño...ra... del... Hi...dró...ge...no... L...La... Gran... Bom...ba..., "Mike"..., mmm... mi... Cria...tu...ra..., nu... nu...es...tra... Hi... Hi...ja..., Se... Se... ñora... ddd...del... Caosss....!

A continuación estalló en extraños sollozos histéricos combinados con espasmódicas risotadas a la vez diabólicas, infantiles, traviesas y agudas, con un marcado matiz que rozaba lo demencial, marcadas al ritmo de secos y sonoros bastonazos sobre el duro pavimento...

Media docena de colegas y técnicos colaboradores y hasta un corpulento y condecoradísimo general múltiplemente barriestrellado se precipitaron hacia él, arremolinándose en torno a su despatarrada figura sentada en el suelo, que gimoteaba, reía y gesticulaba como un alucinado, los rostros hasta unos segundos antes llenos de pasmada maravilla y exultante triunfo demudados y descompuestos, alarmadísimos al contemplar aquel acceso de aparente locura en el Gran Cerebro del osado Proyecto que acababa de colocar a los Estados Unidos de América casi diez años por delante en la Carrera de Armamentos de destrucción masiva de última generación...

Hubo un confuso tropel de voces, interjecciones y preguntas angustiadas, llamándole por su nombre, interrogándole sobre su estado, hasta por fin empujar suavemente sus hombros, tocar su amplia frente despejada para comprobar si sufría fiebre y, en algún caso, arrodillarse para tomarle el pulso. Tan sólo los especialistas dedicados a vigilar los monitores y lecturas electrónicas que recibían el aluvión de señales enviadas por los multiformes receptores de superficie que erizaban el tercio no enterrado de la cúpula del silo, conectados por cable subterráneo o submarino y por satélite a los asimismo variados y complejos detectores y sensores más o menos cercanos al punto de la deflagración, se limitaron a alzar las cejas, estupefactos, o elevar de modo fugaz las cabezas un instante, para después, ceñudos e impasibles, continuar con su labor, tal y como se les había ordenado. Al final, fue el general quien, inclinándose sobre él, se atrevió a meter la mano por debajo de sus axilas y empujar hacia arriba, ayudándole a ponerse en pie... Abotagado el cuadrado y macizo rostro de imponente mandíbula y mentón sobresaliente, el oficial del Alto Estado Mayor, el de mayor rango allí presente, barbotó en tono enérgico y autoritario:

- ¡Doctor Teller, repóngase, por el amor de Dios... - le increpó, sacudiéndole con forzada delicadeza - No debe preocuparse por nada, señor... La prueba ha sido un éxito rotundo..., algo magnífico, sublime..., glorioso..., más allá incluso de las más optimistas previsiones...! ¡Gracias a su maravilloso trabajo, hemos tomado la delantera en armamento atómico a esos jodidos rojos por lo menos para una década...! ¡Es usted un genio, profesor...! ¡El Programa será desarrollado hasta el final, sin límite de presupuestos...! ¡Pida usted, y todos se le dará...! ¡¿Qué demonios le ocurre?... ¡Ahora no es el momento de mierdas como ésta...! ¡Esta gran nación que tan generosa ha sido con usted, su Nueva Patria, le necesita más que nunca y, tras ella, el resto del Mundo Libre...! ¡No nos falle ahora, se lo ruego..., le necesitamos más lúcido y sano que nunca, maldita sea...!

El interpelado dejó de agitarse, mascullar y lanzar desconcertantes y estremecedoras carcajadas. Le miró muy fijo, y sus dilatadas y húmedas pupilas de ardiente carbón reluciente se clavaron profundamente en los iris azules, fríos como zafiros y también bastante intensos, pero mucho menos profundos e insondables del rubio e impecable militar, que le escrutaban como los de un halcón debajo de su ancha y brillante gorra de plato en cuyo frontal destellaba el águila calva, Cóndor Imperial del Nuevo Mundo...

El físico se abrochó la bata blanca, súbitamente calmado, se pasó la ancha y morena mano por los cabellos, reordenándolos de nuevo y, por un brevísimo segundo, la mirada que cobró vida tras aquellos discos opacos y obsesionados no fue exactamente la suya, sino la de su intangible, majestuosa y terrorífica mentora...

El general retrocedió, la cara blanca como el papel, apartando y humillando la cuadrada y casi rapada cabezota, repentina y sorpresivamente espantado, aunque él mismo no comprendiera la razón..., reaccionando, sin saberlo, de un modo muy semejante al de cierto chicarrón húngaro de octavo grado igualmente engreído, simple y chulesco muchos años antes...

- Usted no entiende nada, general - susurró Edward, y sus sílabas sisearon como el silente silbido de una cobra - ¡Mike, La Bomba H, es... nuestra Criatura..., el Retoño de la Nueva Era del Apocalipsis... ¡El Arma Total, el Poder Destructor del Sol sobre la Tierra...! Gracias a Nos, América y Occidente entero cobrarán una ventaja decisiva..., que, unida a ciertos otros muy diferentes factores del futuro por el momento imprevisibles, nos conducirán al triunfo final en la Guerra Fría contra el Bloque Soviético... Pero ellos también tendrán su Bomba... Se avecina un nuevo concepto..., la "Destrucción Mutua Asegurada"... Cada gran potencia con la capacidad de aniquilar por completo a todas las demás..., y todas juntas, con poder para destruir la Vida del Mundo por completo... La Guerra Absoluta, que, paradójicamente, conducirá a un Nuevo Orden de "Paz", entregada al placer y el negocio, sin frenos, sin trabas, sin códigos integrales por todos aceptados, un Nuevo Paraíso de hedonismo y consumo, anhelante de evasión y goces sin tregua para no enfrentarse a su Angustia Cósmica permanente, al ser sostenido y alimentado por el Equilibrio del Terror Supremo... Algo perverso, pero delicioso a la vez... como ella... Nosotros somos ahora los Ángeles Guardianes, los Cancerberos del Infierno, los Porteros que guardamos las llaves del Fin del Mundo... ¿No le entra en la cabeza? De ahora en adelante, nosotros somos los mismos dioses y los mismos demonios... Ella y yo hemos abierto el Portal..., el Portal de la Nueva Era... la Era que los hindúes llaman "Kali Yuga", la del Crepúsculo sin Fin... Ya nada ni nadie, ni en el Averno ni en el Cielo, pueden impedirlo... Mire a la Criatura..., a "Mike", como la bautizaron los chicos de ingeniería... Pero se equivocaron... Es Hembra, Primordial, Oscura y Bellísima... ¡Contemple esa pantalla, mi general...! ¿No es hermosa..., relumbrante, embriagadora...? Mírela bien..., con los ojos de los más hondo de su ambiciosa alma y su violento corazón... ¿Ve? Es grandota, brillante, quizás, pero un poco brutal y torpe, caliente por dentro y fría en apariencia, como su padre, pero insaciable, feroz, poderosísima, indomable, irresistible, majestuosa y, sobre todo, preciosa..., preciosa, refulgente y destinada a dejar una gran huella indeleble para siempre, como su Madre...

Dicho aquello, con la vehemente pasión de un poeta delirante y enamorado, el sabio se relajó, encogiendo sus anchos hombros y alzándose, gélido y más oscuro que nunca, sonriendo con malicioso y soberbio triunfo, recuperado al parecer su perfecto y altivo control de manera tan rápida y desconcertante como lo había perdido escasos minutos antes...

- Y ahora, mi general, olvidemos este embarazoso episodio, ¿no le parece? No se preocupe. Me encuentro perfectamente. Listo para seguir trabajando hasta el fin... Por el bien de esta Gran Nación...

La sonrisa de lobo se amplió, llena de malicioso y cínico sarcasmo, infinita superioridad, burla y sabiduría secreta. Una sonrisa digna en verdad de su Musa...

Se sacudió los pantalones y la bata, enderezó la satinada y elegante corbata de seda azul añil sobre la inmaculada camisa blanca y la pluma de oro repujado del bolsillo de su bata relampagueó con avidez casi preternatural bajo las luces de neón, frías e indiferentes, del techo blindado... Dirigiéndose a los técnicos sentados tras las terminales y puestos de control, ordenó en tono claro, firme, en intachable y bien modulado inglés de Oxford con un levísimo acento germánico:

- ¡Quiero los informes detallados sobre las mediciones y lecturas dentro de tres horas...! Hemos de analizar minuciosamente cada efecto de la explosión termonuclear, cada detalle, cada mínima desviación del modelo teórico simulado... Me retiro a descansar a mis habitaciones... A las nueve en punto de la noche, bajaré al Sótano. Quiero a todos allí a esa hora puntualmente. Toda la información ha de ser cotejada y revisada por el Univac - señaló, refiriéndose al enorme y primitivo computador de válvulas y diodos que utilizaban para establecer y verificar los modelos matemáticos, inmenso, mastodóntico, que ocupaba casi la mitad del espacio útil subterráneo del complejo, al hallarse todavía a una década del transistor y entre más de dos y tres del circuíto integrado y el microchip..., es decir, a años-luz de la impensable revolución electrónico-informática que se aproximaba, inesperada hasta por los más imaginativos y rigurosos autores de ciencia-ficción del momento..., pues la realidad, de un modo u otro, siempre acaba por superar a la ya de por sí notable capacidad de fabulación humana - ...

Se alejó, suntuoso y estólido, como si no hubiera pasado nada, dejándolos a todos con la boca abierta...

Los golpecitos intermitentes de su bastón levantaron ecos de extraña resonancia y ominosa profecía en la ventilada y filtrada atmósfera del recinto...

Eran el segundero del Futuro... Un Futuro al mismo tiempo seductor y escalofriante, que, en efecto, ya nada ni nadie, ni en este Mundo ni en el Otro, podía evitar...

4 comentarios:

  1. Muy bueno. Ah por cierto, tus dibujos buenisimos. Un besazo.

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  3. Un gran capitulo,solo siento un poco de frio pensando en la dulces niñas, hay...que miedo me dá...
    Un fuerte abrazo linda-..
    muchos besitosss.

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