Donación

La ciudad dormitaba entre espasmos de un anochecer eterno y su manto expandía sus brumosos dedos por toda la bahía, era como un espejo ocultando su bella desnudez, pero hablemos de quien habita esa eternidad oscura, quien como sigilosa criatura se adentra en las entrañas indefensas de esa humanidad jugosa y atrayente...

Despertó con la urgencia en su garganta y olisqueo con frenesí alguna presa cercana, el aire despedía un olor intenso a sal, y decidió visitar algún bar de la playa, el verano atraía a muchas turistas con ganas de sexo fácil y de pensarlo su hambre se acrecentó más.

Las luces adornaban un bar de cierto estilo que lo distinguían de los típicos bares de mala muerte de la costa y entro con la sonrisa en los labios queriendo atraer a su nueva víctima. Era una mujer muy atractiva de unos treinta años, pelirroja y con un cuerpo precioso, pero había algo en ella que le llamaba la atención, su mirada perdida en quien sabe que lugar del tiempo, como si esperara a alguien que no volvería más, pero eso no importaba ella siempre lo esperaría, en aquel bar donde sonaba ese piano cargado de penas y una cancion que emergía con los hermosos dedos de un amor prohibido, de un amor olvidado.

Se acercó y la tenue luz roja del bar les envolvió en su magia, hablaba de amores que como diablos carcomían a sus victimas en un adiós invisible. La intentó seducir en un baile de caricias verbales, pero sus poderes se perdían en un muro de frialdad oculta, ella le sonrió y le dijo que le siguiera a la salida donde les esperaba un lujoso coche, entraron en el vehículo que fue engullido por la noche, llegaron a las afueras de la ciudad donde le esperaba una orgía de sangre a cambio de solo donar su eternidad...

  

Arwen